Los jueves Vermigor (sesiones 22 y 23)
Tras encontrar la pieza pentagonal que estaban buscando en un rincón de la sala unas criaturas voladoras se alzaron y atacaron a los aventureros. El combate fue duro ya que cuándo esas bestias conseguían morder se enganchaban a su víctima y seguían mordiendo una y otra vez. Pero aunque mermaron bastante su salud, los aventureros consiguieron salir airosos del encuentro, sobretodo por la ayuda inesperada de un cazador de monstruos que llegó durante el combate.
Hadok, pues así se llamaba el cazador de monstruos, estaba un poco confuso pues no sabía muy bien cómo había llegado hasta este sitio. Lo único que parecía recordar era que su compañía del ejercito prácticamente había caído en combate antes de decidirse a pasar por un portal mágico. Hadok procuró pasar desapercibido y mantener un perfil bajo. Esto, junto con la ayuda en el anterior combate pareció ayudar a aceptarlo cómo a un compañero más.
Tras conseguir la pieza pentagonal decidieron volver a la sala de la mano de cobre dónde comprobaron que encajaba perfectamente en uno de los dedos. En ese momento pensaron también en comprobar si había en la sala algún objeto de cobre que pudiera servirles y encontraron en el suelo una pieza circular que encajaba perfectamente también en la mano.
Cómo todavía no tenían todas las piezas que necesitaban siguieron explorando y encontraron una sala con un portal y una biblioteca con dos mujeres de gran belleza que parecían ordenar los libros de las estanterías. Les acogieron muy dulcemente, tanto que la mayoría de nuestros aventureros desconfiaron de ellas, aún cuándo algunos querían aceptar la invitación para quedarse a cenar y dormir con ellas.
Llegaron así a una extraña sala con un estanque que, al acercarse, iba produciendo una profunda somnolencia y entraban ganas de sentarse en las sillas de mármol que estaban dispuestas alrededor del estanque. Fue complicado poder sacar a todos los que allí querían quedarse a descansar, pero la idea de no entrar todos de golpe y poder encadenarse para ser sacado a rastras de la sala en caso de dormirse funcionó muy bien, hasta el punto de poder recuperar del fondo del estanque una pieza de cobre hexagonal.
También encontraron una extraña escalera que intentó comérselos y aún así intentaron subir a la habitación a la qué llevaba, dónde algunos de los muebles les atacaron sin piedad y tuvieron que salir corriendo antes que alguien muriera.
Finalmente fueron a dormir otra vez a la sala octogonal dónde aún haciendo guardias y vigilando atentamente, algo pasó durante el descanso, pues por la mañana Brunn empezó a mostrar un cambio de humor muy extraño, hasta el punto que al final sacó el hacha y empezó a atacar a los que hasta este momento llamó compañeros. Brunn cayó a manos de los propios aventureros y, después de muerta, se dieron cuenta que algo había entrado en su cerebro, presumiblemente durante el descanso y tras darle muerte se había hecho con su cuerpo. No olvidaron coger la llave que la enana había llevado todo este tiempo en su cuello.
Pero no terminaron aquí las desdichas de la jornada, pues en la siguiente sala que encontraron fueron atacados por varios mohos amarillos, cubos gelatinosos, lodos verdes y cienos grises. El ataque les hizo retroceder y decidieron atacar a base de fuego quemando toda la sala. Pero Hadok no pudo evitar aspirar parte de las esporas que le lanzaron y que, aún con los intentos de curarle y dándole enseguida una poción de curación, murió entre horribles espasmos.
Desanimados por todo lo ocurrido siguieron explorando el recinto a la búsqueda de más piezas de cobre. Sorteando la biblioteca a la que no querían volver, llegaron una sala en medio de la que había una columna de fuego y ocho sillas dispuestas alrededor de la columna. Varios de los personajes se sentaron a observar el fuego y tuvieron algunas extrañas visiones: por un lado un hombre moribundo era poseído por el espíritu de Valion para expulsar una negrura más allá de lo imaginable; por otro lado una elfa muy, muy, vieja, con una apariencia de vejez que no habían visto nunca en elfo alguno, les anunciaba que llevaba mucho tiempo esperándolos y que pronto se encontrarían.
Encontraron también una sala con una estatua en la que encontraron una última pieza de cobre, esta vez en forma de triángulo que fue la que acabó por rellenar todos los huecos de la mano de cobre que, al ser todas las piezas bien colocadas en su sitio, empezó a vibrar primero y a girar después para dejar a la vista un hueco con un pergamino en el que había un dibujo perfecto de las manos de todos los presentes con una profecía.
Habiendo conseguido completar las piezas de cobre se dieron por satisfechos de su estancia en esa parte del recinto y decidieron volver al portal por el que habían entrado, no sin antes llevarse parte de las verduras plantadas en el huerto, y algunos de los animales vivos, que habían encontrado en esta parte del recinto. (la escena en que un grupo de aventureros intentó que una cabra atravesase un portal mágico no tuvo desperdicio. Por cierto la cabra pasó, pero con tal susto que salió corriendo nada mas travesar el portal).
Volver por el portal tuvo cómo consecuencia que dejaron de tener, a ratos, sólo a ratos, acceso a todo lo que llevaban cargado en el saco de Fistán. Y también la aparición de Gunnar, un hechicero de sangre que, desorientado, se unió al grupo.
Exploraron un poco los alrededores de la extraña máquina con las tres palancas y encontraron una sala con ojo enmarcado en una pirámide dibujada con tiza en el suelo y un fin de pasillo lleno de ámbar que al acercarse empezó a arremolinarse creando a un homínido que hizo salir corriendo a todo el grupo.
Al ver que no les perseguía empezaron a jugar con las tres palancas de la máquina a ver qué resultado tenían. En una de las distintas configuraciones que probaron una runa luminosa se dibujó en el suelo y, al moverse alguien, estalló escupiendo fuego dejando bastante tocados al grupo, sobretodo a Leroy quién fue quién más sufrió. Aún con todo siguieron probando algunas combinaciones hasta decidirse a dejarlo cómo habían conseguido que el portal siguiera abierto y decidieron después volver a la superficie para intentar curarse las heridas, reponer fuerzas e intentar un nuevo asalto a este antiguo recinto subterráneo.
Pero una cosa es hacer planes y otra muy distinta poder llevarlos a cabo, pues al regresar al taller de gólems que habían encontrado anteriormente, dos de ellos estaban activos y les impidieron el paso. El grupo, con heridas importantes, estaba atrapado y sin muchas expectativas que la situación pueda mejorar en breve.