Informe de Batalla

Informe de Batalla

Continuación del Informe de Batalla de Nuntius. Si no has leido la primera parte clicka aquí!

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Hombres Lagarto vs Guerreros del Caos (Segunda Parte) – Autor: Nuntius

“Tras haber visto esto, Kramelar se hartó de andar paseandose por detrás de su ejercito y decidó sacear su sed de sangre con el primer rival que tuviese a su alcanze. Tras divisar a Lo-Tax arremetió directamente contra él y este, al tener su ruta de escape tapada por los jinetes barbaros, no pudo hacer más que aguardar desafiantemente la mole de acero y muerte.

La batalla fue rápida y despareja: Kramelar arrasó al eslizón de un golpe que lo envió volando hacia unas rocas cercanas mientras su juggernaut arrancaba con sus dientes las alas del terradón apresado. Los kroxigores, por su parte, no se vieron afectados por el revuelco demoniaco y pudieron asaltar a los caballeros por el flanco, con esperanzas de poder disperasarlos antes de que los barbaros los asaltasen por el propio.

Sin embargo, las gélidas bestias subestimaban la destreza de los guerreros enemigos y, sin el apoyo de los relentisados saurios, no solo se demostraron incapaces de derribar al enemigo, sino que fue un kroxigor quien encontró su fin ante las armas encantadas del enemigo. Los eslizones exploradores, por otra parte, rodearon la carga y se pusieron en el flanco de los encolerizados barbaros, junto con un Tlaloc herido y una salamandra desquiciada. Sus cerbatanas hicieron lo posible por relentizar a los nativos, pero estos continuaron marchando hasta chocar el flanco expuesto de los kroxigores, matando con sus mayales a dos más de ellos y provocando una retirada.

Fue recién entonces cuando Krolak pudo retomar el control de su montura y ordenar la carga contra los caballeros enemigos, matando a dos de ellos y provocando una fructifera retirada con su avasallador número. Tlaloc, por su parte, tomó refugio en una torre ubicada en la retaguardia enemiga y comenzó los canticos para otra invocación. Los caballeros retornaron hasta su general, quien utilizó ingeniosas promesas de sufrimiento y dolor para devolverlos a la batalla. Luego, se acercó hacia su infantería pesada, que continuaba avanzando lentamente detrás de los barbaros, y busco una posición accesible para arremeter nuevamente al combate.

Sin embargo, esta vez no sería él quien diese el primer golpe: utilizando la unidad de guerreros pesados como objetivo aparente, Krolak consiguió cargar a estos y al general enemigo con su guardia de saurios, luchando cara a cara con él mientras sus guerreros sostenian la linea. De más está decir que la batalla fue encarnizada: Kramelar consiguó desviar el envión inicial de su oponente conectando un hachazo en la cabeza de su gélido, lo que dejó a Krolak desbalanceado y permitió al paladín del caos detener todos sus ataques. El saurio, por su parte, no contó con la misma suerte y si bien sus duras escamas y sus movimientos instintivos, consiguieron salvarlo de la mayoría de los golpes, Kramelar consiguió encrustarle su hacha en el costado, generando una herida que padecería durante el resto de la batalla. En lo que el general enemigo no contaba era en la efectividad de la linea sauria: superados en número y cargados por el flanco, la infantería caótica comenzó a sufir bajas y no tuvo la intención de malgastar sus vidas en un general que odiaba. El juggernaut de Kramelar no pudo hacer más que seguirles (muy a pesar de los furiosos gritos de su jinete) y tanto el monstruo como los guerreros huyeron en dirección a la torre que ocupaba Tlaloc, mientras el paladín enemigo sentía en sus fuerzas como perdía la bendiciónde su amo. Los cielos tronaron con furía relampagueante y con un exacervado ademán el chamán eslizón descargó las energías mágicas que venía canalizando, invocando un destructor rayo que pulverisó a Kramelar junto a su montura.

Pero no era solo allí donde se libraba la batalla: los barbaros habían intentando (infructuosamente) dar caza al kroxigor sobreviviente y habían sufrido grandes bajas ante las cerbatanadas de los exploradores eslizón. Expuestos y abandonados, se vieron rodeados por todos sus bordes cuando tanto el kroxigor que buscaban, como las eslizones que les disparaban, como los veteranos que habían embaucado a los caballeros y la salamandra que aún se hallaba poseída con una colera demoníaca, arremetieron contra ellos a la vez.

La batalla fue feroz. Los nativos blandian sus mayales por el aire con mayor terror que ira, mientras los veteranos eslizones se les trepaban entre sus filas y los degollaban con sus javalinas. Otros, con peor suerte, descubieron las contrariedades de abalanzarse a las fauces de la salamandra, o de enfrentar en combate singular a un enardecido kroxigor. Los pocos que consiguieron escapar corrieron en dirección lateral hacia una estatua que había cerca, punto al que se dirigían los jinetes barbaros con el objetivo de rodear al ejericito saurio. Lamentablemente para ellos, los exploradores eslizones consiguieron alcanzarlos antes de que se reagrupasen con sus hermanos y los eliminaron con facilidad y eficiencia. Para el momento en que los jinetes finalmente llegaron a la estatua, se encontraron con el asalto combinado de los dos grupos del eslizones y el solitario kroxigor, asalto que acabo en un instance con sus jovenes vidas.

Solo la salamandra se había abstenido de aquella zona, deseosa de liberar sus llamaradas ácidas sobre la pesada infantería enemiga, que ahora se reagrupaba en torno de la torre de Tlaloc y enfilaba contra la divisón que la hubiese humillado. Un solo fogonaso bastó para reducir a los soberbios guerreros a la mitad, calcinados bajo un fuego desconocido que se colaba bajo sus armaduras y abrazaba sus hueos. Pero esto no los consternó y los sobrevivientes cargaron contra los saurios de Krolak, al mismo tiempo que los tres caballeros del caos que habían escapado y sido reprendidos por su muerto general, atacasen por la retaguardia en busqueda de venganza. La batalla fue encarnizada. Tlaloc se vio obligado a observar como los caballeros arrazaban con los saurios que los habían desprestigiado, mientras la infantería pesada enemiga sufría lentamente algunas bajas, impindiendo a un Krolak herido y combativo liberar del combate a su unidad. Uno a uno, las vidas de los servidores saurios se intercambiaron por abolladuras y cortes en el acero impío, mientras Krolak se esforzaba por despedazar los cuerpos de los infantes enemigos. Para cuando su unidad había sido diesmada, y el escamadura solo era acompañado por un puñado de guerreros, aún quedaban dos caballeros en su retaguardia y otros tantos infantes al frente. Pero aún así y con una determinación que recordaba a la guardia templaria de su tierra, los gélidos guerreros aguantaron y arrazaron con sus últimas fuerzas a los infantes enemigos.

Finalmente, estando solo Krolak junto a su oficial, cuerpos de sangre fria y tiba se encontraban aglutinados por igual, regando el campo de lo que había sido una completamente masacre y solo seis de sus enemigos se hallaban en pie, los cuales rodearon y arremetieron contra el general y, tras decapitar al restante oficial, le dieron el golpe de gracia en la espalada del escamadura.

Mientras los cuatro guerreros escapaban hacia las profundiades del desierto, los caballeros divisaron un encolerizado chamán eslizón. Enervado por su impotencia, Tlaloc desató toda la fuerza de la tormenta sobre los dos verdugos en un destello de luz atronadora que fundió sus armaduras, deshizo sus monturas y carboniso sus carnes. La batalla, había terminado.

Tlaloc disipó la tormenta. Sus tronantes rayos ya no tenían objetivos sobre los cuales impactar: el escueto valle por el qeu su comitiva había intentando penetrar de forma impune en los Desiertos del Caos se hallaba ahora cubierto con las carcasas destrozadas de valientes guerreros. Una victoria, sí, ¿pero a qué precio?. La implacable furio de los adoradores de Khorne había incado firmemente en la gélida confianza del hechizero eslizón y aniquilado a casi toda su vanguardia. Solamente la noticia de que el pendiente de Quetzl que Lo-Tax solía llevar a la batalla le había permitido mantener su fuerza vital en un cuerpo increiblemente herido, consiguió levantar el animo del chamán eslizón. Lo-Tax era un gran guerrero y Tlaloc lo sabía. Si su misión era de concretarse muchas habrían de ser las batallas como esta y era un placer tranquilizante el contarlo a su lado. Especialmente cuando el chamán sabía que no habían visto lo último de esta horda: Cuatro guerreros del caos, destinados épicas proesas de maldad, habían conseguido escapar ¡Bajo su yugo traerían a miles más, buscando venganza!”

Pues hasta aqui este apasionante relato, espero pronto poder volver a publicar algún otro Informe de Batalla de Nuntius.

Saludos.

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